Acogemos y apoyamos la actitud de la periodista Cecilia Orozco, columnista de El Espectador y directora de Noticias UNO. Para ello reproducimos la nota Otra baja en El País de Cali, de la Revista Digital Kien&ke.
Otra baja en El País de Cali
La periodista Cecilia Orozco, al igual que Ramiro Bejarano, llevaba cuatro años como columnista de El País de Cali. Con la misma agudeza de sus escritos, Orozco envió una dura carta a la gerente-directora del periódico, María Elvira Domínguez, en la que cuestiona su decisión de retirar al abogado Ramiro Bejarano de las páginas editoriales del periódico y, de paso, renuncia a su columna semanal. La columnista envió copia de la carta de su retiro irrevocable a la Fundación por la Libertad de Prensa y al Premio Nacional de periodismo Simón Bolívar. Crece la polémica. Esta es la carta de renuncia de Cecilia Orozco:
Doctora
María Elvira Domínguez Lloreda
Directora y Gerente General
El País
Cali, Valle
E.S.D.
Respetada María Elvira:
Muy a mi pesar, por los vínculos afectivos y profesionales que me han ligado con el diario que usted lidera, presento renuncia irrevocable de la columna semanal que las directivas del periódico me ofrecieron hace más de 4 años. Además retiro mi aceptación a su amable invitación para ser uno de los jurados del premio de periodismo que entrega anualmente El País a sus mejores reporteros.
En una sociedad democrática nadie, por notable que sea, puede imputarle la comisión de hechos delictivos a otra persona sin pruebas, recogiendo solo las malquerencias obsesivas de terceros, y después pretender que no se le responda exigiéndole responsabilidad sobre su comportamiento, amén de las posibles denuncias que se le podrían interponer ante la justicia.
En el caso al que me refiero, el doctor Alfredo Carvajal Sinisterra formuló graves afirmaciones, el 23 de noviembre recién pasado, sobre la conducta del columnista Ramiro Bejarano Guzmán. Para hacerlo, consultó su cercanía emocional y política con un copartidario suyo pero no la realidad jurídica. Arriesgó, de esta forma, la seriedad de criterio que se espera de su condición de conductor social del entorno vallecaucano. El 30 de ese mes, en ejercicio de su derecho de réplica, el doctor Bejarano contestó las aseveraciones del doctor Carvajal, con la vehemencia que se le conoce desde antes de que El País le ofreciera ser su comentarista, y luego de que el director de opinión se negara a publicarle sus alegatos en una carta que le envió al diario.
El doctor Bejarano rechazó las acusaciones que el iniciador de la disputa acogió sin exhibir, repito, documento alguno que apoyara su tesis. En cambio, el abogado agredido recordó la existencia de una "actuación judicial" que demuestra lo contrario de lo que sostiene el doctor Carvajal. El 2 de diciembre, el director de información de su periódico, periodista Diego Martínez Lloreda, se solidarizó con el doctor Carvajal con el argumento baladí de que "es una de las personas más apreciadas en Cali". Omitió mencionar, no obstante, quién fue el agresor que generó el conflicto.
En una actitud inaceptable en alguien que ejerce periodismo, Martínez Lloreda ignoró el hecho probatorio al que aludió el doctor Bejarano y repitió las injurias del doctor Carvajal, de nuevo sin pruebas. El 7 de diciembre Bejarano replicó al director de información de El País. Y ese mismo día, en horas de la noche, usted le anunció al primero, su orden de terminar sus colaboraciones con el diario pero desviando la atención hacia la discusión entre Bejarano y Martínez con un razonamiento – y perdóneme la expresión – sinceramente traído de los cabellos. Súmele a este relato el significativo pronunciamiento editorial de la señora madre de uno de los principales accionistas del periódico contra el columnista Bejarano, ella sí, en apoyo directo a Alfredo Carvajal.
Con antelación a que Martínez Lloreda revelara su posición en el caso, que ha debido ser de garante de una imparcialidad absoluta dado su cargo de director de información, había empezado a filtrarse en los círculos sociales caleños que el doctor Carvajal domina, un mensaje con firmas de prestantes apellidos en que se le exigía a El País hacer lo que a juzgar por los sucesos, deseaba el propio periódico: acabar la columna de Bejarano. Así me lo revelaron habitantes de Cali igualmente notables, pero poseedores de un espíritu más apegado a la ley y a la Constitución que establecen que la respuesta a un ataque mediático debe publicarse en condiciones de equidad y sin retaliaciones, cuando se afecta la honra, el buen nombre y la libertad de opinión de los ciudadanos, sin prevalencia de unos sobre otros.
Seguramente por los medios por los que esta periodista se enteró de la trinca que se estaba armando contra Bejarano, también lo supo el incisivo comentarista William Calderón, autor de la sección La Barca de Calderón de otro diario. En efecto, él escribió antes de que se hiciera pública su decisión de cerrarle el espacio a una de las plumas más agudas de Colombia, lo siguiente: "La Barca ha podido establecer que en los altos círculos del diario El País, de Cali, se está cocinando la salida del columnista Ramiro Bejarano Guzmán. Fuentes le contaron al barquero que la cúpula del matutino caleño está recibiendo toda clase de presiones, exigiéndole despedir de la plantilla de colaboradores al columnista bugueño".
Doctora María Elvira: usted sabe que pese a mis ocupaciones y escaso tiempo disponible, siempre quise permanecer vinculada a El País porque admiraba la mente abierta de sus directores. Sinceramente creí que ustedes poseían ese carácter porque mis comentarios fueron soportados sin objeciones, salvo en dos o tres ocasiones en que recibí sugerencias que no compartí, de su director de opinión en el sentido de modificar algunos aspectos de mis columnas (uno de ellos, por cierto, respecto del propio doctor Carvajal). Sin embargo, al censurar en sus páginas al doctor Bejarano mediante una estrategia que compromete a la cúpula del diario en el ocultamiento de los verdaderos motivos, me demostraron que estaba equivocada. Nada me garantiza que en el futuro no se proceda conmigo de similar manera. Por tanto, cancelo motu proprio mis compromisos con ustedes.
Lamento que nuestra relación profesional que supuse sólida, haya concluido tan coja. Los columnistas que no compartimos las ideas más conservadoras de la cerrada sociedad caleña, perdemos una tribuna importante para expresarnos. Los lectores que nos seguían, aunque fuera para vilipendiarnos como lo hacían irónicamente sin ninguna cortapisa, dejarán de gozar ese placer. Pero El País ha sufrido la mayor derrota: la de la entrega sumisa de su independencia y autonomía.
De usted, comedidamente,
Cecilia Orozco Tascón
Columnista
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jue, 23 dic 2010 06:03 CST

En su discurso navideño tradicional ayer a los cardinales y oficiales que trabajan en Roma, el papa Benedicto XVI alegó que la pornografía infantil estaba aumentando su consideración de "normal" por la sociedad.
"En los 70, la pedofilia se entendía como algo completamente en conformidad con el hombre e incluso con los niños", dijo el papa.
"Se mantenía, incluso dentro del ámbito de la teología católica, que no hay tal cosa como el mal en sí mismo o el bien en sí mismo. Hay sólo un "mejor que" o un "peor que". Nada es malo o bueno en sí mismo.
El papa dijo que las revelaciones del abuso en 2010 alcanzaron una "dimensión inimaginable" que ha traído consigo "humillación" a la Iglesia.
Preguntándose cómo el abuso se extendió dentro de la Iglesia, el pontífice hizo un llamamiento a los clérigos para "reparar tanto como sea posible las injusticias que han ocurrido" y ayudar a las víctimas a curar por medio de una mejor presentación del mensaje cristiano.
"No podemos quedar silentes en el contexto de los tiempos en que estos eventos han venido a la luz", dijo, citando el crecimiento de la pornografía infantil "que parece, de alguna manera, ser considerada más y más normal por la sociedad", dijo.
Pero una víctima indignada ante estas declaraciones, Andrew Maddren de Dublin, insistió en que el abuso infantil no estaba considerado normal en la compañía en el que él estaba.
El Sr. Madden acusa al papa de no saber que la pornografía infantil trata de imágenes de niños siendo abusados sexualmente y debería ser nombrado de ese modo.
Madden dijo; "Esto no es normal. No sé en qué compañía ha estado el papa en los últimos 50 años".
El papa Benedicto también dijo que el turismo sexual en el Tercer Mundo estaba "amenazando a una generación entera".
Víctimas de abuso muy enfadadas la pasada noche dijeron que cuando los representantes oficiales de la Iglesia habían culpado al liberalismo de los años 60 por los escándalos sexuales de abusos en la Iglesia y de catástrofes de encubrimiento, el papa Benedicto XVI sale ahora con una nueva teoría culpando a los años 70.
"Los católicos deberían estar avergonzados de escuchar a su papa hablar una y otra vez sobre los abusos mientras hace poco o nada para frenarlos y desenmascar esta crisis horrenda", dijo Barbara Blaine, cabeza de SNAP, Red de Supervivientes de Abusados por Sacerdotes.
"Es fundamentalmente perturbador observar a un hombre brillante ofrecer un diagnóstico tan conveniente para la Iglesia a una escándalo tan horroroso" dijo.
"El papa insiste en hablar acerca de un vago "contexto más amplio" que, supuestamente, él no puede controlar, mientras ignora el claro "amplio contexto" en el que él sí tiene influencia: esto es, la cultura insana y que perdura de una jerarquía eclesiástica de sólo hombres, rígida, secreta y obsesionada con la auto-preservación a toda costa. Este es el 'contexto' que importa.
La última controversia llega cuando la revista alemana Der Spiegel continúa investigando el papel del papa al permitir a un ya conocido sacerdote pedófilo trabajar con niños a comienzos de los años 80.
Fernando Peñuela fue encontrado en su apartamento de Teusaquillo sin vida. Durante muchos años, este actor y director estuvo vinculado a las obras del teatro La Candelaria.
La función siempre tiene que continuar. Pero, incluso, en los ‘siempre’ hay excepciones y esta fue una de ellas. El teatro La Candelaria, que este año llegó a su aniversario número 45, tuvo que cancelar su presentación el jueves pasado porque ese día Fernando Peñuela, uno de sus actores más emblemáticos, murió. Su hijo, Sebastián, fue el encargado de dar la triste noticia: había encontrado el cuerpo sin vida de su padre en su apartamento, ubicado en el barrio Teusaquillo, en Bogotá.
Santiago García y Patricia Ariza tomaron la decisión de aplazar la función de esa noche, por la partida de un amigo y, además, porque en el montaje de El Quijote, Fernando Peñuela tenía la misión de representar el rol de Sancho Panza. Un Quijote sin Sancho sería un despropósito, y el teatro La Candelaria es un escenario muy triste sin la presencia de una de sus más carismáticas figuras, porque no cualquiera tiene el despliegue y la gracia para representar al más fiel escudero de habla hispana.
Fernando Peñuela, bogotano, bachiller del colegio San Luis Gonzaga y experto en la bohemia teatral de la capital, así como obsesivo por la filmografía de Rainer Werner Fassbinder, tenía esa condición particular para que le asignaran los personajes más caricaturescos pero, a la vez, los más exigentes histriónicamente.
Además de caracterizar a Sancho, este actor ya había tenido roles impactantes como en el montaje Guadalupe años 50, en el que se atrevió a cantar en público, lo que le representó un reconocimiento importante. Con esa experiencia, se le midió a hacer un dueto de boleros con César Badillo en la obra El paso. A partir de ese momento se interesó por la dirección escénica y comenzó a colaborar de lleno en algunas puestas en escena en las que influyó en la creación, en el proceso de elaboración del texto y, finalmente, en la dirección.
Peñuela tenía la habilidad, la disposición y el interés de realizar varios montajes simultáneos. Durante una época participó en La trifulca, dirigió y actuó en La trasescena y, además, tomó clases de batería para seguir perfeccionando el oído, por si se le presentaban nuevos retos relacionados con la música, otra de sus pasiones. Siempre fue aficionado a José Alfredo Jiménez y Agustín Lara.
Cuando no estaba en las tablas, era porque debía cumplir horarios en extensas jornadas de grabación para televisión. En este campo se recuerda su aparición en la telenovela La hija del mariachi, en la que interpretó a Don Memo. Luego de cumplir con su agenda, le daba gusto al alma asesorando grupos aficionados de teatro. Allí exploraba su alma docente y trataba de contagiarle a sus dirigidos un poco de esa devoción que él sentía por la actuación, exigente actividad para la que la función casi siempre debe continuar, así a veces no sea posible.
Juan Carlos Piedrahíta B. | Elespectador.com
23 Sep 2011 - 11:08 pm
Fragmento Escrito del actor, director y dramaturgo Fernando Peñuela (QEDP)
Nayra (La memoria). Crónica desde las entrañas
I - LÁGRIMAS¡Qué vaina!, pensé en el último minuto, se me salieron las lágrimas. Fue inevitable, pero ya estando en esas no podía hacer nada. ¿Qué pensaría el público, qué estaría diciendo el maestro Santiago García para sus adentros? Qué vaina, hubiera querido controlarme pero fue imposible, estaba muy nervioso y emocionado, era el último minuto que condensaba en el encuentro con el público un periplo de experimentación teatral emprendido por nosotros, miembros del Teatro La Candelaria, casi dos años atrás.
Para mi consuelo, luego en los camerinos pude constatar que los míos no eran los únicos ojos aguados, que casi todos y todas estaban consternados y desconcertados.
Pero claro, a posteriori habría que controlar esa carga emotiva, manejarla con destreza como actores y actrices, para que la confrontación experimental con el auditorio no se convirtiera en acto peripatético ni melodramático que se quedara en el simplismo del llanto y el desborde emocional, sino en una actitud muy sincera, sentida y de conmoción pero apelando a la reflexión y no al sentimentalismo barato, que fácilmente podría llevar la obra a otros estadios de percepción y a otros caminos de sentido y significación. En la misma tónica se orientaron los comentarios del maestro García luego de los primeros tanteos con el público, sin citar ni endilgarle a nadie el asunto de las lágrimas. Era delicado, teníamos que ser muy cautos en el manejo de la emoción y el sentimiento, sin descuidar en ningún momento la energía de alteración que requería esta obra en particular.
Luego de la primera impresión, la sorpresa fue mayor cuando constatamos que muchos de los espectadores habían llorado a moco tendido y no tenían palabras, o aquellos que iban a hablar irrumpían en llanto.... Dije muchos, no todos....
Fernando Peñuela, un gran aplauso para vos, misión cumplida.
Teatro Candelaria Fernando Peñuela caos decacaos Quijote muerte fallecimiento suicidio hija del mariachi
Material Gráfico: Teatro La Candelaria
Videos: Caracol Noticias
Textos:
Juan Carlos Piedrahíta B. | Elespectador.com
Volvimos, más ácidos, más agrios, más necios. En esta nueva temporada, volvimos con más ganas y mayor disciplina...
La HORA del NECIO trae nuevas secciones:
1.Clasificados y complacencias:
Empleo sí hay. Las cinco vacantes de la semana.
2.La Plenaria:
No más bolillo contra las mujeres.
3.La In-cultura:
la unión de las parejas homosexuales.
4. El antivirus:
En la HORA del NECIO le actualizamos la base de datos de virus, gusanos y troyanos que destruyen nuestro sistema operativo.
5. Homenaje a Facundo Cabral y al Joe Arroyo.
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Ya se ha contado lo suficiente de la primera parte de aquel crucial capítulo, que había transcurrido entre el día de las brujas de 1983 y este carnaval de 1984. Joe Arroyo —como si su marca de nacimiento fuera la supervivencia— había escapado a las volandas de una gravísima crisis de hipertiroidismo, en el Hospital Universitario de Cartagena, reemplazando con creces a Oscar de León en una caseta de Barranquilla. De aquellos momentos había surgido una de sus más vibrantes composiciones, *Tumbatecho*, que el artista llevó a su presentación en el Festival de Orquestas.
Tan delgado que se hacía irreconocible, muy distinto a aquel mulato corpulento que había adquirido celebridad con Fruko y sus Tesos, Joe Arroyo cantó con su voz intacta, logrando llevar al público a un estado de paroxismo sin precedentes en la historia del evento. Joe era en ese instante un canario lastimado, huesudo y sin lustre en sus plumas, que lograba sacar de adentro el trino majestuoso de siempre. Eso le valió el tercer congo de oro de su vida y el primero con su propia orquesta, La Verdad.
Al día siguiente, por la tarde, todavía en pleno carnaval, salí a buscarlo por una Barranquilla que ya comenzaba a aplacar su frenesí carnavalero. No recuerdo cómo fui a dar al famoso castillo, que en realidad era una casa muy vieja y destartalada, en la que no había un solo mueble. Alguien debió decirme que Joe vivía allí. El artista, proclive a la reclusión, salió y me atendió. Firmó un autógrafo para los lectores de EL HERALDO y dijo sentirse agradecido por el respaldo del público en el Coliseo Cubierto "Humberto Perea". Luego lo vi caminar lentamente, con la majestad de un rey, a su ruinoso castillo.
Años más tarde, en una de muchas conversaciones que sostuvimos, ya en su cómodo y refrigerado caserón de la carrera 38, —su verdadero palacio— Joe Arroyo me relataría un cuento fabuloso del castillo de Boyé, la vivienda de los años bohemios, epicentro de rumbas memorables. Según Joe, en cierta ocasión transcurría allí un fiestón, con la presencia de grandes figuras de la música. Recuerdo que Joe citó varios nombres célebres que para la época ya debían estar fallecidos, incluyendo a Ismael Rivera. Pero Joe no era precisamente un dechado en rigor histórico. Su mente le daba para todo y lo esencial del cuento —pude comprobar después— era cierto.
En lo mejor de la rumba, la cual transcurría en medio de una densa nube de sospechoso humo de color oscuro, alguien desde la ventana vio una patrulla de la policía parqueada y a un par de agentes que caminaban directo hacia la casa. El ‘campanero’ dio la alarma y todos los presentes salieron huyendo hacia el patio, volándose la paredilla y desapareciendo del lugar. Sólo quedó allí la dueña de la casa, quien desde la ventana atendió a los policías con
expresión inocente y casi estalla en risas cuando los escuchó decirle:
—Doña, ¿nos regala una jarra con agua para el radiador de la patrulla?
Joe contaba la historia con esa risa burlona que le era inherente, como si no se acostumbrara nunca a los extraordinarios sucesos de su propia vida: los tiempos en que durante el día era el niño prodigio que hacía solos en la coral de la Catedral de Cartagena, mientras que por la noche entonaba boleros y sones en los prostíbulos de Tesca, hasta que el profesor de química del colegio, conocido como "El meteorito", acudió a uno de esos antros y lo sorprendió en el escenario; o —muchos años después— la grabación del video de "Homenaje a Irene Martínez", ya después de tantos Congos y
Supercongos, el instante fatídico en que el Joe se negó a ponerse unos lentes de contacto de ultratumba en los que Sony Music había gastado mucho dinero para que su caracterización de "Hombre lobo". ("¡Uy, zona, esa vaina me puede dañar los ojos", decía Joe mientras los productores intentaban convencerlo de que no desechara aquella costosa pieza de su maquillaje.)
Resumir la vida de Joe Arroyo en cualquier obra literaria o televisiva será siempre una tarea difícil. Quizá hay vidas más simples, más sintetizables, que no marquen tan categóricamente la diferencia entre lo que se puede y no se puede contar, entre la paradoja de aquella humarada sin fin y la elocuente devoción cristiana; entre la calidez de la amistad sincera y sus súbitos afanes de confinamiento. Los 55 años que vivió Joe Arroyo, desde los tiempos en que hacía resonar su voz sublime en el tanque con el que cargaba agua en el pozo comunal del barrio Nariño, hasta su misma muerte, que no fue sino una última triste verdad en medio de una ola de viejas falsas noticias, fueron intensos. Pero el desparpajo jamás lo perdió, ni siquiera cuando regresó a su casa después de una de sus últimas hospitalizaciones y se refirió a su falso fallecimiento, uno de muchos ‘blackberrycidios’:
—Cuando me muera les pongo un pin.
De allí que es plenamente posible que —desde donde nos observa llorarlo— Joe mantenga su silenciosa risa sarcástica. En mi memoria quedan todos esos
Joes: el que ensayaba desafiante con la insólita decisión que había tomado, de hacer un *cover *de la balada *Bella sin alma*, de Ricardo Cocciante; el
que lloraba con sollozos de niño luego del horrendo atraco a que fue sometido en su propia casa, junto a su familia; el que hacía equilibrio en una canoa del río Magdalena, mientras cantaba su chandé jubiloso *Llanto ven, llanto va*; el que escribía canciones con letra de colegial, en una libreta rayada, alternando con pequeños tragos de vino, a la hora de la madrugada en que el resto del mundo perdía el tiempo durmiendo.
Era su versatilidad, la misma que conocimos en su música, esa que lo llevaba a componer igual un cumbión de alabanza que una salsa de insurrección de
negritudes. Eran las múltiples maneras de expresarse de un solo ser integral: un ser grandioso, de esos que sólo nacen una vez. Un hombre que, al irse ahora de verdad, y sin que todavía nos haya puesto aquel pin, parece estar más vivo que nunca.
Ernesto McCausland
EL HERALDOhttp://www.elheraldo.co/tendencias/el-joe-que-yo-conoc-30966
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La noticia causó un enorme dolor a su esposa, hijos, familiares y seguidores, quienes a esta hora se congregan en las puertas de la Clínica La Asunción, con demostraciones de afecto.
En los próximos minutos, se darán a conocer los detalles de su velación y sepelio, respetando la última voluntad del artista, de ser enterrado en Barranquilla.
Complicaciones médicas
En todo momento, según reportaron los médicos que lo atendieron, Álvaro José Arroyo requirió control estricto y permanente para el manejo de su presión alta y glicemia.
En la última semana fue necesario practicarle una traqueostomía para mejorar su respiración. Previo a esto, los médicos intentaron retirarle los sedantes para inducirlo a que despertara y respirara por sí solo, sin ventilación asistida, pero no lo consiguieron.
A lo largo de 28 días, Joe luchó por sobrevivir, pero las diálisis diarias a las que fue sometido, su incapacidad para respirar por sí solo, la diabetes y la hipertensión arterial hicieron mella en el cuerpo del artista.
Vida familiar de novela
Pese a que su actual familia y su representante negaron en todo momento su condición médica y nunca revelaron el verdadero estado de salud del artista e incluso se atrevieron, como en un capítulo de telenovela, a desmentir y acusar a quienes dijeron la verdad, pudo más la responsabilidad social de la clínica La Asunción que informó a los medios en un primer parte médico la gravedad de sus afecciones.
Poco a poco se fue develando una trama de intereses y tensiones alrededor de la vida privada del artista y la relación de su última esposa, no solo con sus hijos sino también con los amigos del artista, que nunca fueron bien recibidos por ella.
En su momento, dos de sus hijas denunciaron que no las dejaban ver a su papá; la presión mediática logró que pudieran despedirse de Joe. Incluso, su exesposa Mary, con quien vivió 20 años, preocupada por la salud del padre de sus hijas pidió pensar primero en la salud del cartagenero, antes de cualquier presentación en los escenarios.
A esto se suma una serie de compromisos adquiridos por su representante, Luis Ojeda, no sólo en Colombia sino también en el exterior, que tuvieron que cancelarse porque el artista estaba sedado y bajo asistencia médica en una unidad de cuidados intensivos.
Incluso, amigos cercanos al Joe Arroyo dijeron que lo obligaban a cantar, sin escatimar su estado de salud, como en la última presentación en Bogotá, en junio pasado.
Éxitos en la música
La vida musical de Joe Arroyo, barranquillero de corazón, comenzó en los burdeles de Cartagena, cuando siendo un niño quiso forjar su futuro y el de su familia a través del canto.
Con 'Fruko' logró que su nombre comenzara a sonar en las emisoras y con su orquesta La Verdad cosechó, año tras año, grandes éxitos ligados en ocasiones a excesos de drogas, que le cobraron un alto precio a su salud. En más de dos ocasiones, Joe estuvo enfermo y otras tantas lo dieron por muerto.
Sus años de carrera artística los vivió al máximo y sus grandes logros musicales los consiguió en Barranquilla, resumidos en 18 congos de oro y dos supercongos de oro en los festivales de orquestas; además de los discos de oro y platino, por ventas millonarias.
Sin duda, su vida estuvo marcada por los límites y, actualmente, una versión de ella está siendo vista por los colombianos todas las noches en "Joe, la leyenda", por RCN Televisión. Y acostumbrado a decir la verdad, en una de sus últimas entrevistas dijo que "La telenovela fuera de cámaras se está poniendo más caliente", como sin duda se pondrá tras su muerte.
Hoy, el país llora a Joe, el más grande y el ausente, ese que no estará más en la tierra, que se fue a reunir con su hija Tania, pero que se queda en Barranquilla y en el corazón de todos los colombianos.
Mónica Sáez Puerta
El Heraldohttp://www.elheraldo.co/tendencias/falleci-el-gran-joe-arroyo-30963
Joe Arroyo, un hombre tocado por Dios/ Biografía
"Pasarán 300 años para que salga otro como yo", solía decir el legendario artista, fallecido hoy.
A los 15 años, Arroyo fue el cantante del Súper Combo Los Diamantes, en Sincelejo; a los 16, de La Protesta, en Barranquilla; a los 17, de Fruko y sus Tesos, en el país entero; y desde 1981, a los 24, de La Verdad, en los grandes escenarios del planeta.
Y su magnitud radica en que fue parte esencial de la revolución de la salsa y del sonido 'caliente' colombiano: el inventor de un estilo (el 'Joesón'), la prueba fehaciente de África en América, el gran difusor del folclor Caribe, la alegría hecha baile, el dueño de 47 álbumes, el autor de 107 canciones y, ¡atención!, el cantante con 40 éxitos de primer lugar en diferentes listas del país. Por eso ha dicho: "Pasarán 300 años para que salga otro como yo".
Fue así, con los rabiosos temas de Ray y Cruz Ahora vengo yo y La lluvia, como El Joe se dio a conocer. Hoy, paradójicamente, sus héroes de adolescencia graban Tania y Nadando, las primeras composiciones del cartagenero. Empate.
El carnaval de Barranquilla se convirtió en el escenario ideal para El Joe. Con ningún otro público pudo alcanzar tal química. 'Curramba, la bella' no sería eso sin él.
A finales de los 70 grabó con muchas bandas, entre ellas Los Latin Brothers, Los Líderes, Los Bestiales, Los Profetas, Afrosound, Wanda Kenya y la Orquesta de Pacho Galán.
En los años 80, El Joe se cansó de recibir reconocimientos en Colombia, a tal punto que, después de ganar 16 Congos de Oro, decidieron darle un Supercongo especial.
Lo nuestro
A finales de los 90 y principios del siglo XXI, El Joe se dedicó a rescatar el folclor del Caribe colombiano.
Sabor
Nadie cantó como él, nadie bailó como él. El Joe fue, ha sido y será un artista único e irrepetible.
MAURICIO SILVA G.*
*Mauricio Silva G. es el autor de la biografía de El Joe Arroyo, 'El centurión de la noche'.